Por Martín R. Santos. La banca tiene dos caras. Por un lado, la que ven quienes creen en una revolución encabezada por las microfinanzas, tal como dijo el Secretario General de la Fundación BBVA, José Moreno, en uno de los seminarios de ÈTNOR (España), amparado en el dato de que “ya existen a nivel mundial más de 3000 entidades que se dedican al microcrédito y dan servicio a 120 millones de personas”.
Por otro, la que ven quienes piensan como Juanjo Martí, que en ocasión del fraude megamultimillonario que sufrió Societe Generale se preguntó ¿qué clase de profesionales –y con qué grado de ambiciones irreales, agrego yo- se están formando en el sector como para llegar a estas situaciones?
Entre esas dos caras, la de la revolución o la de la ambición desinteresada, la del bien o el mal, existe un aspecto que es cierto y comprobable, por cuanto algunos bancos se esmeran en mostrar un cambio.
Quizás no sea momento de hacer un análisis en Argentina como el que hizo Cristina Almirall acerca de los productos éticos ofrecidos por las compañías en España (en gran medida potenciados por el incremento de los fondos de inversión). Pero sí se puede descubrir una estrategia enfocada en la identificación de las acciones de RSE con una persona líder, responsable de llevar adelante las acciones así como de representar a la institución públicamente.
Aquí en Buenos Aires, donde el sistema financiero nacional tiene su epicentro, es muy poco probable que el usuariado conozca si los fondos depositados en los bancos están siendo utilizados para financiar la venta de armas o el tráfico de drogas de diseño. Esa cultura no ha llegado y tiene que ver, sin dudas, con el consumo responsable.
Pero si bien el contagio que asumimos es lento, se siguen los pasos de cerca, pues la mayoría de los bancos que funcionan a nivel local son de capitales extranjeros y en definitiva terminarán adoptando el mismo rumbo. Como dijimos, no necesariamente lo harán con los mismos medios. Una de las razones para ello puede ser que la imagen de la banca está tan golpeada luego de la reacción adoptada por el sector ante la crisis de 2001, que la estrategia ética no pueda simplemente importarse. Además, luego de esa nefasta etapa, no están dadas las condiciones de confianza mutua que se necesitan para que los bancos vuelvan a confiar en la gente y para que la gente vuelva a confiar en los bancos.
La reputación es, respecto a esa necesidad simbiótica, un factor clave. Mucha gente lo sabe y la estrategia está por ahora más enfocada en las personas que encabezan las acciones, sus líderes, que en productos asumidos dentro del discurso de institucional. El liderazgo y los proyectos, prevalecen, por ahora, sobre el producto mostrado.
La tendencia se marca, por ejemplo, en casos como los de Constanza Gorleri, al frente del área de RSC de Banco Galicia; Gonzalo Verdomar Weiss y Guillermo Bonahora, al mando de las relaciones institucionales de BBVA Banco Francés y Santander Río, respectivamente; e incluso de Enrique Morad, desde la Comisión Directiva de Fundación Bank Boston (ahora Standard Bank). Sus presencias en premios, congresos, jornadas y seminarios son realmente un medio para plasmar un trabajo en la materia que bien lo vale.
En 2006, como miembro del Foro Ecuménico, Weiss tuvo a su cargo la presentación de un trabajo encomendado en el que se destaca “que la confianza es fundante en la construcción del pacto social que permite desarrollar una sociedad”. Este tipo de trabajos académicos tienen mucha incidencia y a mi parecer marcan un rumbo. Son un reflejo, además, de una proyección a largo plazo y alejado de las acciones de marketing que suelen emparentarse a cuanta acción venga de los bancos (el descreimiento hacia el sector es uno de los más pronunciados).
Ese tipo de respaldos, como el que dan a Revista Sinergia, Banco Nación y Banco Galicia, insisto en destacarlos. Porque son los que acompañan el resto de las acciones de responsabilidad social (Banco Nación tiene, así como la mayoría de los bancos de países desarrollados, un producto crediticio de asistencia social). Son los que a la larga, y en la medida que se condiga su discurso con su compromiso real, podrán contar con la confianza de la gente.
Tener ‘líder’ en RSC, la tendencia de los bancos en Argentina
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miércoles, 6 de febrero de 2008
5 comentarios:
En cualquier iniciativa como bien dices, cabe contemplar la imagen del lider sentando cátedra.
Las famosas masas van a seguir siempre la tendencia, entonces si que es necesario crear ese espacio en que personas ejerzan su liderazgo en pro de causas socialmente responsables.
A propósito de este comentario, que es bien oportuno, me gustaría agregar algo y ver qué piensan ustedes:
Personalmente, considero la figura del líder potencia los proyectos y las acciones de la empresa.
Pero habría que evaluar pensando en estas tendencias, qué pasa cuando un líder de RSE pasa de una empresa a otra. Cuánto se lleva consigo? Cuánto pierde la primera empresa? Es ética la actitud de la segunda empresa? Qué rol ocupa, en esa transición, el líder?
Me parece correcto y adecuado, en una sociedad responsable que quiera evolucionar no hay que retener el talento, si no compartirlo y aprender de las experiencias.
Esa debe ser una lección, no es tener los mejores, es ser los mejores gracias a poder manejar las situaciones con diverso personal.
Si en un equipo de futbol se va el lider pero es capaz de seguir ganando, será que se hace un buen trabajo en todos los sentidos.
La transición debe llevarse adaptando el equipo humano al cambio, como las personas nos adaptamos a los cambios de edad y época,
Yo creo que parte de la responsabilidad de una empresa pasa por compartir la información y establecer puentes que potencien su negocio, aún con la competencia.
Eso hacen muchos consultores, por ejemplo.
Pero que en la práctica pretendamos que una empresa comparta sus talentos suena un poco difícil. No conozco un caso parecido. Sí conozco, claro, empresas que van directamente a buscar los talentos de otra, con una mejor oferta económica por lo general.
Y más allá de quién gana o pierde, creo que la actitud de ir a buscar los talentos ajenos no cuadra dentro de ninguna política responsable. Es muy común esta práctica en los grandes estudios de abogados, por citar un ejemplo.
Correcto, pero para que el burro ande hay que poner zanahoria.
Yo ya pienso en el diseño de Territorios socialmente responsables, en los cuales se pueda generar sinergias de intercambios entre empresas para potenciar regiones. Y así entrar en otra dinámica. Tal vez utópica, pero alguien tiene que trabajar sobre el lienzo blanco para crear
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