Por Martín R. Santos. Hace pocos días en ocasión de uno de los tantos encuentros, seminarios y talleres que suelen realizarse antes de empezar a hablar seriamente de un tema, alguien dijo que el cambio climático era "una de las preocupaciones centrales" del Gobierno y que los países industrializados / desarrollados, “culpables de esta situación climática” deberían facilitar –como para compensar, digamos- el acceso a la tecnología y a los créditos blandos.
Estas frases no fueron una introducción al tema, sino que fueron el contenido en sí de la exposición que llevó a cabo el representante oficial. Tampoco se dieron de manera aislada sino dentro un contexto de campaña proselitista (en Argentina hay elecciones dentro de dos semanas). Sin embargo, en ellas puede reflejarse el pensamiento de muchos gobiernos –locales, provinciales, departamentales o nacionales- de países subdesarrollados. En ellos abunda lamentablemente la creencia de que expresar públicamente que el "Gobierno está preocupado por el problema" es cuanto menos igual de importante y beneficioso que ocuparse realmente de abordar la situación.
Es difícil determinar hasta qué punto es legítimo invocar al cambio climático como excusa para que los países culpables de la situación entreguen créditos blandos a provincias o departamentos con déficit millonario. También es ardua tarea determinar cuán lícito resulta anunciar que el cambio climático es un tema central para el gobierno cuando los sistemas de salud, educación y trabajo son tan endebles como hace 20 años.
Lo que es claro y por ende puede resultar un buen punto de partida es que la actitud de los Gobiernos de enfrentar, combatir o paliar el cambio climático no debe reducirse a una cuestión de financiamiento desde los países desarrollados a los subdesarrollados.
De hecho, en la presentación del informe final de la II Comunicación del Gobierno a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Argentina, Romina Picolotti, admitió que, en tanto se debe "frenar inmediatamente la tasa de desmonte en el país" y "evitar la expansión de la frontera agrícola con el fin de reducir los daños ecológicos”, el Estado nacional está llevando adelante “políticas de mitigación y adaptación al cambio climático”.
Más allá de discutir acerca de si las políticas en cuestión son las adecuadas o no y si de hecho están siendo implementadas o no, hay un punto vulnerable en el discurso toda vez que el actual Gobierno cuenta con uno de los grados de gobernabilidad más altos de los últimos tiempos en Argentina y, sin embargo, no tiene el poder para lograr que se sancionen las leyes que sus propias políticas exigen para solucionar “temas centrales”.
Sin duda, sería mucho más provechoso si en lugar de anunciar grandes compromisos se dialogara y se pusieran sobre la mesa de debate las pequeñas contribuciones, los pequeños pasos concretos que sirven para comenzar a luchar contra el enorme molino de viento de la burocracia, del poder económico y la irresponsabilidad global.
Mientras ese debate no sea abierto y se aborde la situación de manera concreta, la participación del Gobierno en esos tantos eventos, reuniones, desayunos o congresos internacionales poco servirán a la carrera por contrarrestar los efectos del cambio climático.
Sobre todo porque en el campo ya hay resultados de investigaciones que demuestran, por ejemplo, que mientras ciertas zonas o regiones se verán duramente castigadas por la transformación del clima de los próximos 20 años, hay otras que no lo sufrirán tanto y otras que incluso se verán hasta beneficiadas.
Con ese mero dato sobre el debate, seguramente sería enriquecedora la experiencia de observar –sólo observar- cuáles son las preguntas que surgen. ¿Es viable planificar un sistema de compensaciones entre las regiones afectadas y las no afectadas por el cambio? ¿Se podría planificar dicho sistema a nivel provincial y luego a nivel nacional? ¿Cuáles serían los grandes problemas de implementar algo así y cuáles serían las primeras soluciones? ¿Hay casos en otros países que se hayan intentado abordar estas ideas? ¿Qué resultados tuvieron? ¿Se pueden aplicar en el contexto de un país subdesarrollado?
Podríamos encontrar muchas preguntas más, claro. Pero el objetivo es tan sólo mostrar que el Gobierno ha producido un dato a partir del respaldo a la investigación en la materia, pero no ha sabido aplicarlo en el discurso sobre cambio climático que propone. No se ha planteado, por ejemplo, que llegado el momento de implementar una iniciativa de este tipo (no digo ésta, sino cualquier otra) puede resultar mucho más oportuno decir que los países industrializados / culpables deberían financiar las propuestas de desarrollo sostenible que surgen de los países subdesarrollados.
En fin. Es momento de dar vuelta una hoja. De abandonar el estado de introducción constante en el que parecen caer todos los discursos del Gobierno acerca del cambio climático. Y de comenzar a dar lugar y a propiciar el surgimiento de ideas. La única manera es asumiendo un rol central, no protagónico, como moderador de una conversación abierta.
El discurso del Gobierno sobre el cambio climático: una eterna introducción
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sábado, 13 de octubre de 2007
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