Las papeleras que desunieron a dos pueblos hermanos

. viernes, 1 de diciembre de 2006
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Por Fernanda Figueroa. La pretensión de instalar empresas papeleras en los márgenes del río Uruguay ha desatado un debate interminable donde existen varios intereses en juego, muchos de ellos irreconciliables. Las propuestas de ambos bandos no parecen sostener un punto de inflexión entre los intereses de uno u otro margen del río.

El conflicto por la instalación de las papeleras en Gualeguaychu, en el confín de dos ciudades, una argentina y otra uruguaya, hace pensar que la resolución, al final, siempre tenderá hacia uno de los extremos, sin propender a encontrar un oportuno término medio.

Este punto de equilibrio, debería generarse de la dialéctica entre ambas partes, aunque todavía no han podido conciliar un acuerdo unívoco los presidentes de ambas Repúblicas. Un enviado del Rey de España, pretendió intervenir como facilitador del diálogo entre la Argentina y Uruguay, para superar el conflicto que mantienen ambos países por la instalación de dos plantas de celulosa, una de ellas de capitales españoles.

Pero siempre la balanza tiende... a arrastrarse hacia uno u otro lado. Porque desde una de las márgenes, se plantan los intereses económicos de las empresas papeleras; del gobierno uruguayo que, ya comprometido a velar por ellos, pretende a su vez lograr un rédito político; y finalmente, el interés de un sector social que se beneficiará obviamente con los puestos de trabajo.

En la otra vera, un grupo salido de las entrañas del pueblo entrerriano, pone en tela de juicio otra faceta de los intereses sociales: los de la preservación del medio ambiente y los de la salud de sus habitantes. Tan importantes éstos, como el derecho al trabajo, pero más largoplacistas.

También se suman al debate, la clase política de este país, que va tiñendo la discusión del mismo color que sus intereses partidarios. Esto, claro, teniendo en cuenta que el próximo otoño, y justo en la provincia en cuestión, arranca el año electoral con elecciones a gobernador.

Lo cierto es que ya se diluyó en las aguas del río Uruguay la noción del verdadero beneficio económico del que participará la gente que está alcanzada por el conflicto. Del mismo modo, se difuminó el verídico riesgo ecológico que compromete al medio ambiente y la calidad de vida.

En este juego, donde nadie parece tener en cuenta a los términos medios, se olvidan de que existe otro inmenso grupo de ciudadanía, a la que de una forma u otra también atañe este conflicto. Las sociedades argentina y uruguaya necesitan que los términos del debate sean planteados desde un punto neutral en el que se acuerden las necesidades de ambos bandos con objetividad y verdadero compromiso. Donde los intereses espurios que por estos días mueven la economía y la política nacionales, se dejen de lado para dar lugar a un pensamiento responsable que contemple, entre otras cosas, el derecho a desplazarse por rutas internacionales sin que cada grupo pretenda imponer sus ideas a fuerza de la interposición de muros. Pero también, el derecho a que sus representantes sostengan un discurso coherente, que por una vez no esté movido por intereses cortoplacistas y oportunistas.

En esta búsqueda del punto medio, se trata de ‘jugarse’ con medidas acertadas que eviten entre otras cosas un desacuerdo entre países históricamente hermanos. Pero sobre todo, se trata de ir en pos del equilibrio donde los intereses de uno y otro margen del río, encuentren entre las opciones que se les presentan, una posibilidad de conciliación. Acuerdo que les permita dentro del marco del desarrollo sustentable, extraer ganancias de la explotación de los recursos sin ir en detrimento del medio ambiente ni cargarse aún más a un empobrecido ecosistema.

Un acuerdo, donde las partes interesadas asuman un compromiso ante la sociedad y ante las instituciones de no violar los contratos previos y de actuar con verdadera responsabilidad empresaria.

Mientras tanto, previamente es indispensable indagar en profundidad sobre los posibles daños ecológicos que pueda acarrear un emprendimiento de esta envergadura. Y, sobre todo, es importante que las decisiones que se tomen, sean movidas por intereses unívocos, consolidados e instituidos no para el beneficio de unos pocos, sino para el de todos.


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